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¿Dónde se grabaron Las Muertas de Netflix? ¿Existe Mezcala? son unas de las preguntas más recurrentes entre los espectadores de la producción de Luis Estrada.
La trama basada en la novela de Jorge Ibargüengoitia, nos sumerge en una historia de crímenes y corrupción inquietantemente real.
La serie de Netflix, que se inspira en el famoso caso de Las Poquianchis, nos transporta a Mezcala, el lugar donde ocurren esta aterradora historia. Esta localidad es ficticia, una creación literaria y no existe en el mapa.
La serie la recreó de manera tan convincente que muchos se preguntan si podrían visitarlo, y aunque la respuesta es un no rotundo, la buena noticia es que los escenarios que lo componen sí son reales y se encuentran dispersos por distintos estados de la república Mexicana.
En la historia, Mezcala es el centro de operaciones de las hermanas Baladro, el corazón de su imperio de prostitución y asesinatos. Es ahí donde se concentran los burdeles clandestinos, se tejen alianzas corruptas con las autoridades locales y las muertes que, poco a poco, van revelando la magnitud de sus crímenes.
En la novela, Ibargüengoitia lo describe como un lugar semirrural, con caminos polvorientos, iglesias antiguas y un aire de abandono que Luis Estrada supo replicar a la perfección.
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Para la adaptación de Netflix, Estrada y su equipo de producción reconstruyeron este pueblo ficticio combinando la arquitectura colonial de San Luis Potosí, las calles empedradas de Mineral de Pozos en Guanajuato y los espacios abiertos del puerto de Veracruz.
Esta mezcla de locaciones donde se grabaron las Muertas, le da a Mezcala una atmósfera densa y opresiva, que llama la atención del espectador desde el primer minuto. Y es que si te preguntas dónde grabaron Las Muertas, la respuesta es un rompecabezas de lugares que, juntos, construyeron un universo ficticio tan real que parece tangible.
Además de Mezcala, la serie se desarrolla en otros poblados imaginarios donde se grabaron Las Muertas que tienen un papel relevante en la historia. Estos lugares, aunque no existen en la vida real, muestran cómo la influencia de las hermanas Baladro se extendía más allá de su pueblo principal.
Este pueblo cercano a Mezcala sirve para ilustrar los contactos de las Baladro con funcionarios locales y la complicidad que mantenían con la autoridad para poder operar con total impunidad.
Es uno de los puntos de reclutamiento donde las víctimas de las Baladro eran engañadas con falsas promesas de trabajo antes de ser llevadas a los burdeles.
Aquí se muestran escenas relacionadas con el transporte de mercancía ilícita y armas, lo que muestra la posible complicidad de las Baladro en una red criminal mucho más grande y organizada.
Este es unos de los lugares clave en la historia. Es el destino de huida de Simón Corona amante de Serafina Baladro. Este sitio desencadena la investigación que finalmente desentierra toda la verdad.
En este pueblo se exhibe la influencia de las hermanas en las autoridades, tanto la policía como las religiosas. La complicidad local es un tema recurrente en la serie, que refleja cómo el poder de las Baladro las hacía prácticamente intocables.
Aunque la serie de Netflix es una ficción basa en hechos reales que ocurrieron en la década de 1960, sus locaciones sí existen en la vida real, pero con otros nombres.
El caso de las hermanas González Valenzuela, mejor conocidas como Las Poquianchis, estremeció a México, sus centros de operación estaban en los estados de Guanajuato y Jalisco, y sus crímenes eran tan atroces que resultan difíciles de creer.
Sus burdeles clandestinos se encontraban en lugares como San Francisco del Rincón y León en Guanajuato, así como en Lagos de Moreno en Jalisco.
En San Francisco del Rincón, las autoridades descubrieron fosas clandestinas con decenas de cuerpos, lo que puso en evidencia la brutalidad de sus crímenes.
Para evitar que las mujeres escaparan, las propiedades de Las Poquianchis estaban diseñadas como auténticas cárceles, con muros altos y habitaciones pequeñas y sin ventilación.
Las investigaciones documentaron la exhumación de al menos 91 cuerpos, pero se estima que el número de víctimas superó las 150. Entender la historia real nos ayuda a comprender el contexto de la serie y por qué es tan importante para la cultura popular mexicana.
La producción se extendió por 21 semanas, involucrando a más de 150 actores y unos 5 mil extras. Para darle vida a los distintos escenarios, el equipo de producción utilizó una combinación de estudios y locaciones reales a lo largo y ancho de México.
En los Estudios Churubusco en la Ciudad de México, se construyeron más de 220 sets para las escenas de interiores, permitiendo un control total sobre la iluminación y la ambientación. Adicionalmente, se rodó en locaciones exteriores que aportaron un realismo invaluable.
San Luis Potosí, con su impresionante Centro Histórico y la Cineteca Alameda, sirvió como telón de fondo para varias escenas. Mineral de Pozos, en Guanajuato, con sus calles desoladas y su aire de pueblo detenido en el tiempo, fue el lugar ideal para construir el Mezcala ficticio. Finalmente, la ciudad y el malecón de Veracruz se utilizaron para las escenas que necesitaban un entorno urbano con un toque de historia.
En esencia, la respuesta a dónde grabaron Las Muertas es un claro ejemplo de cómo la ficción puede tomar elementos de la realidad para construir algo nuevo y poderoso.
La serie nos muestra un Mezcala que no existe, pero que es el reflejo de una realidad histórica. Al final, no importa si los pueblos son ficticios o las locaciones reales; lo que cuenta es la historia que se logra contar, una que nos habla de la oscuridad del pasado de México, de la impunidad y de las vidas perdidas en el camino.